viernes, 25 de febrero de 2011

Te busco. Me buscas. Me gusta!


Cuando mi hermana Javi me presentó Facebook no entendí nada. Primero, porque estaba recién divorciada y hasta el cuento de la Caperucita Roja me parecía un ladrillazo en la cabeza. Pensé que era una de esas listas de correos en que te consultan tus intereses y te terminan ofreciendo una beca en un college perdido de las Bahamas o Viagra por todo un año. Acepté su solicitud de “amistad” (ja, somos hermanas!) y con una paciencia inusual, llené cada unos de los datos, evitando todos los molestos detalles  que para el caso daban lo mismo y presentando una versión mejorada de mí misma.

¿Encontrar amigos perdidos por internet, compartir fotos, vidas, estados de ánimo? “Esa idea no funcionara”, pensé. Por suerte no soy asesora de Mark Zuckerberg. Pero de repente, mágicamente, me empezaron a buscar por la red. Y a encontrar. Alejandro, que me rompió el corazón a los 15; Gustavo, que lo dejé tirado a los 16; Mauricio, el músico con voz de lija que me olvidaba cada vez que una groupie le proponía un panorama más esperanzador, por decirlo de alguna manera.

De repente, y de manera muy extraña, mi solitaria imaginación empezó a concebir a varias de mis pasadas relaciones, todas muertas y enterradas hace mucho tiempo, como “viables”. Y a mis amigos perdidos, a mis flirteos sin término y a mis vecinos de infancia como candidatos a algo. A qué? No tenía idea. Pero lo raro, lo rarísimo, extrañamente inusual es que mi añorada gente de toda la vida no me dejó nada y mis nuevos (des)conocidos me la cambiaron.

(Continúa)

miércoles, 23 de febrero de 2011

Amor en tiempos de Facebook


Debo reconocer que relacionarse con gente por internet tiene una ventaja, un punto a favor algo romántico, aunque suene contradictorio tratándose de la red. Hablar y conocerse sin mirar, permite ver a las personas, sin caras, fachas, poses. Te concede el poder de entrar en el alma de  alguien (si ese alguien te lo permite) sin importar que -cuando ya sientes que te interesada más de que te atreves a reconocer- sea en verdad el gordito de la esquina que en otras circunstancias ni habrías mirado. Y tener nuevas miradas, en todo sentido de la palabra, es esperanzador. Me consta. Aunque en el intento una se pueda pegar varios tortazos en la cara.

Mis incursiones por las cibercitas comenzaron cuando mi nueva jefa (una perra intratable, ya les contaré) se fue apoderando de todo a mi alrededor -incluyendo mi bello tazón que decía "Nerd"- y fue eliminando una a una a mis más cercanas, para "eliminar la distracciones". Uno de mis principales impulsos, que era mi pega, se fue convirtiendo en una lata. De a poco se me fue liberando de obligaciones, hasta quedar en calidad de maniquí detrás de un escritorio con vista a la oxidada techumbre del frente. Eso es acoso laboral, no?

Con poca pega y menos motivación, mi trabajo se transformó en sinónimo de 8 horas libres al día, las que decidí aprovechar probando suerte on line. Si tanta gente decía haber encontrado al amor de su vida en internet, al menos yo podría encontrar un amigo, pensé.

Me saqué una buena  foto (con ojeras photoshopeadas, obvio), me armé un  estupendo perfil de soltera-profesional-independiente-liberada y me lancé a la conquista de quienes el sistema me arrojaba como “compatibles”. Descartando de plano a quienes de una me producían mala impresión y a aquellos con foto tamaño hormiga, que sólo destacaba el paisaje de su veintiúnico viaje a Playa del Carmen, pronto me comencé a codear con una lista larga de galanes que me trataban como si me hubiesen conocido de toda la vida. Al poco tiempo mi teléfono sonaba muchas veces al día, mi mail siempre estaba lleno y los mensajes de texto a mi celular eran más de los que mi escuálido saldo de pre pago podía responder.

Toda esta red virtual de corazones solitarios funcionaba, acompañaba, entretenía. Pero algo faltaba. Faltaba Facebook.

Despedida de casada


Aunque  de un tiempo a esta parte los casados que conozco llevan 2 ó 3 matrimonios  a cuestas, la noticia de que Feña, mi ex marido se case de nuevo, era tan lógica como sorpresiva. Una especie de leve (si, leve) puñetazo en el estómago. Y si bien  ya estábamos divorciados hace rato y definitivamente verlo y escucharlo no me mueve ni un músculo, nuestra historia fue impulsiva, fulminante,  apasionada, comprometida, y obviamente pletórica de amor. Es por eso que me afecta. Es duro ver a tu ex ser feliz con otra. Es duro que en el recuento mental de mi vida siga retumbando la palabra “fracaso”. Pero más duro es sentir que después de ser tanto, ahora ya no somos nada.

Mirando para atrás creo que me empeciné en ser lo que no era y en forzar lo que no sería. El matemático, yo humanista; el deportista, yo tecnológica; el amante de la vida al aire libre, yo 100% urbana; él gozador de los placeres culinarios, yo siempre a dieta. Pero nos complementamos. Es verdad, sólo fue por un tiempo, pero que fue bueno, una especie de primavera que se terminó el día que decidí viajar, conocer el mundo, hablar otros idiomas, practicar otros lenguajes (mmm…) y convertirme en una “pecadora sin remedio”, como me decía la madre Ana Luisa, la monja más odiosa de mi colegio de niñas.

Sin duda a veces extraño su gigante ramo de flores cada inicio de año, su mano cariñosa en mi rodilla diciéndome que “todo saldrá bien”, su té verde con dos de azúcar cada vez que la pega se me amontonaba por kilos y sus Toblerone debajo de mi almohada. Sí, extraño eso. Y las vacaciones juntos, y el cine a medianoche y los chistes y las risas y el olor a naranja en esa habitación clara. Uff! Extraño muchas cosas. Pero curiosamente, no lo extraño a él.

Happy birthday to me!

Qué fatal cumplir años justo cuando tienes miles de achaques... me duele todo, me tengo que examinar todo y cargo con un saco de medicamentos para tomar cada 8 horas...

Algunos dicen que no cambiarían la juventud por la expriencia que han ganado... es para pensarlo... sin dudas, estoy más madura, más tranquila, más mesurada que hace 10 años, pero...oh maldita vida! ya no tengo las energías y las mismas ganas de antes, y al mismo tiempo sufro pataletas de cabra chica, le sigo temiendo a la oscuridad, como chocolates a escondidas y si pudiera, todavía mi vida sería rosa rosa, llena de corazones, ositos y florecitas rockeras...

Si miro para atrás, la película de mi vida la soñaba de modo bien distinto... ya habría conocido New York, viviría en un piso alto de un edificio, donde al acabar el día miraría las luces de la ciudad con un Cosmopolitan en la mano, mientras de fondo sonaría algo de jazz esperando a un sofisticado hombre que suavemnte me sacara la ropa. Mi vida no es nada de eso, ni cerca. Vivo cansada, vivo ocupada, me duermo viendo tele y tengo una pila de libros pendientes que sueño con leer. Odio que me digan señora. Odio que me digan señorita. Pero como dice esa canción que amo, son los pequeños encantos que tiene el hogar...

En fin, mirando el vaso medio lleno, siempre es tiempo para terminar y para empezar. Igual como esa vez que abandoné mi casa a los 5 años, furiosa por no sé qué cosa, acompañana de mi carterita (siempre coqueta), mi muñeca (la maternidad es todo un tema...) y una naranja (hay que comer, no?)

Me faltan para los 40, pero ansío ese futuro esplendoroso que han prometido siquiatras, ginecólogos y endocrinólogos, acompañado de esa explosión hormonal madura-tranquila-segura.Será tan así? Ya veremos...


Happy birthday to me!

Te busco. Me buscas. Me gusta!

Cuando mi hermana Javi me presentó Facebook no entendí nada. Primero, porque estaba recién divorciada y hasta el cuento de la Caperucita Ro...